La Doctrina Monroe
¿Qué es la Doctrina Monroe?
Origen de la doctrina Monroe:
Causas de la doctrina Monroe:
Consecuencias de la doctrina Monroe:
La nueva Política del Gran Garrote y la Diplomacia de las Cañoneras
¿Qué es la Doctrina Monroe?
La doctrina Monroe fue una política asumida en 1823 por los
Estados Unidos, gobernados por el presidente James Monroe (de allí su nombre),
respecto al resto del continente americano y cuyo espíritu se resume en la
frase “América para los americanos”.
La doctrina Monroe consistía en considerar cualquier
intervención europea en los destinos de los países americanos como un agravio
directo a los Estados Unidos que ameritaría una respuesta inmediata y
contundente.
Origen de la doctrina Monroe:
La doctrina fue ideada por John Quincy Adams, quien sería
presidente de los Estados Unidos luego de Monroe, pero presentada por este
último al Congreso de la nación en su sexto Discurso sobre el Estado de la
Unión.
La doctrina fue tomada inicialmente con escepticismo, pero
más adelante con sumo entusiasmo, a medida que el área de influencia
estadounidense en el resto de América crecía. No se le llamó “Doctrina Monroe”
sino hasta mucho después
Con la
célebre frase de “América para los americanos”, la doctrina Monroe estipulaba
como un asunto de importancia estratégica para los Estados Unidos el apoyo en
la lucha independentista del resto del continente, considerando como una
amenaza a su también recién adquirida soberanía cualquier afianzamiento del
poder Imperial europeo en América.
Este anuncio tuvo un efecto doble entre los intelectuales y
políticos latinoamericanos, ya que por un lado agradecían el apoyo
estadounidense en su lucha contra las potencias europeas de la Santa Alianza;
pero por el otro temían desde temprano la injerencia que dicha resolución le
otorgaba a los Estados Unidos en sus nacientes repúblicas.
Causas de la doctrina Monroe:
Desde el punto de vista económico este pronunciamiento
político se debió, fundamentalmente, al interés de los Estados Unidos por
protegerse de la presencia europea en sus cercanías, ya que su república
independiente había sido por fin conquistada militarmente en 1783 y se hallaba
militarmente muy débil para resistir nuevas campañas coloniales.
En ese sentido, era urgente combatir las alianzas
imperiales europeas junto con el resto de las naciones latinoamericanas que
también luchaban por romper con la dependencia colonial.
También porque E.E.U.U tenían grandes intereses económicos
en los territorios de América por lo que quería total dominio de estos
territorios.
Consecuencias de la doctrina Monroe:
Las consecuencias inmediatas del pronunciamiento de Monroe
fueron escasas. En Europa no tuvo demasiada repercusión, como lo demuestran las
invasiones europeas que contaron con apoyo o con la neutralidad norteamericana
en las Islas Malvinas (Gran Bretaña las ocupa en 1833), el bloqueo de las
costas argentinas entre 1839 y 1840.
Luego, de 1845 a 1850, la ocupación de la República
Dominicana por España entre 1861 y 1865, la intervención francesa en México, la
ocupación británica de la Guyana en Venezuela, etc. No puede decirse que haya
sido mucho más que una bravata.
Sin embargo, a largo plazo la doctrina sí que tendría
consecuencias, a medida que era empleada para justificar las numerosas
intervenciones del gobierno de los E.E.U.U en América Latina, lo cual duraría
hasta prácticamente finales del siglo XX. La idea de que América Latina es el
“patio trasero” de los Estados Unidos se fundamenta en gran medida en la
doctrina Monroe.
La nueva Política del Gran Garrote y la Diplomacia de las Cañoneras
En 1901 el presidente de Estados Unidos, Theodore
Roosevelt, inició una época de las relaciones diplomáticas e internacionales de
Estados Unidos, que se conoció como la Política del Gran Garrote, The Big
Stick.
Fue la forma como atendió sus relaciones políticas, tanto
internas como externas, pero adquirió dimensión universal esta expresión, por
el papel de gendarme que Estados Unidos desarrolló a nivel internacional,
actuando violentamente, presionando fuertemente, interviniendo en asuntos
internos de otros países, y ejerciendo ocupaciones militares, cuando no
provocando guerras y conflictos políticos militares internos que le
justificaran actuar e intervenir por la fuerza.
En América Latina esta frase fue más que una expresión
verbal. En el Caribe fue de aplicación constante derrocando gobiernos,
imponiendo gobernantes, interviniendo países, ocupando militarmente países,
justificando tales intervenciones en las amenazas que sufrían empresas
norteamericanas o los llamados “intereses” norteamericanos, o hasta para
justificarse el pago de deudas a Estados Unidos, con lo cual sus intervenciones
le ofrecían la posibilidad de controlar aduanas, como sucedió, para
garantizarse el pago de sus deudas.
La Política del Gran Garrote, que se dio en el desarrollo
de la época del imperialismo a escala mundial, a inicios del siglo XX fue
también la justificación, por parte de Estados Unidos, de la intervención
directa en asuntos internos de los países que considerara que debería
intervenir, fue la consagración de un Derecho que estableció de intervención si
estimaba que sus intereses estaban amenazados.
El presidente Roosevelt justificaba su intervencionismo en
otros países sobre las consideraciones de injusticias crónicas, actuación
ineficaz, sentido de inconveniencia en materias sociales y políticas,
relajamiento de reglas, relajamiento de lo que consideraba la sociedad
civilizada, discapacidad de gobiernos para resolver asuntos internos, lo que
podía obligar a Estados Unidos, aunque fuera en contra de sus deseos, a actuar
“con el poder de un policía internacional”. Así, con su intervencionismo se
tendía a proteger intereses económicos y productivos de empresas
norteamericanas, y a los ciudadanos norteamericanos radicados, en esos países
que intervenían, todo con el propósito de “restablecer el orden”, eliminando
líderes, caudillos o presidentes locales e imponiendo otros bajo su servicio,
su lacayato y servidumbre política. El Gran Garrote era la etapa final de su
política de presión, cuando se intervenía militarmente.
En cierta forma fue la Política del Gran Garrote
continuidad de la política que derivó del presidente Monroe, a principios del
siglo XIX, cuando declaró América para los americanos, previendo posibles
intervenciones europeas en el continente, lo que se popularizó como América
para los estadounidenses o norteamericanos.
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