martes, 10 de diciembre de 2019

La Doctrina Monroe

La Doctrina Monroe

¿Qué es la Doctrina Monroe?


La doctrina Monroe fue una política asumida en 1823 por los Estados Unidos, gobernados por el presidente James Monroe (de allí su nombre), respecto al resto del continente americano y cuyo espíritu se resume en la frase “América para los americanos”.
La doctrina Monroe consistía en considerar cualquier intervención europea en los destinos de los países americanos como un agravio directo a los Estados Unidos que ameritaría una respuesta inmediata y contundente.

Origen de la doctrina Monroe:


La doctrina fue ideada por John Quincy Adams, quien sería presidente de los Estados Unidos luego de Monroe, pero presentada por este último al Congreso de la nación en su sexto Discurso sobre el Estado de la Unión.
La doctrina fue tomada inicialmente con escepticismo, pero más adelante con sumo entusiasmo, a medida que el área de influencia estadounidense en el resto de América crecía. No se le llamó “Doctrina Monroe” sino hasta mucho después
Con la célebre frase de “América para los americanos”, la doctrina Monroe estipulaba como un asunto de importancia estratégica para los Estados Unidos el apoyo en la lucha independentista del resto del continente, considerando como una amenaza a su también recién adquirida soberanía cualquier afianzamiento del poder Imperial europeo en América.
Este anuncio tuvo un efecto doble entre los intelectuales y políticos latinoamericanos, ya que por un lado agradecían el apoyo estadounidense en su lucha contra las potencias europeas de la Santa Alianza; pero por el otro temían desde temprano la injerencia que dicha resolución le otorgaba a los Estados Unidos en sus nacientes repúblicas.

Causas de la doctrina Monroe:


Desde el punto de vista económico este pronunciamiento político se debió, fundamentalmente, al interés de los Estados Unidos por protegerse de la presencia europea en sus cercanías, ya que su república independiente había sido por fin conquistada militarmente en 1783 y se hallaba militarmente muy débil para resistir nuevas campañas coloniales.
En ese sentido, era urgente combatir las alianzas imperiales europeas junto con el resto de las naciones latinoamericanas que también luchaban por romper con la dependencia colonial.
También porque E.E.U.U tenían grandes intereses económicos en los territorios de América por lo que quería total dominio de estos territorios.

Consecuencias de la doctrina Monroe:


Las consecuencias inmediatas del pronunciamiento de Monroe fueron escasas. En Europa no tuvo demasiada repercusión, como lo demuestran las invasiones europeas que contaron con apoyo o con la neutralidad norteamericana en las Islas Malvinas (Gran Bretaña las ocupa en 1833), el bloqueo de las costas argentinas entre 1839 y 1840.
Luego, de 1845 a 1850, la ocupación de la República Dominicana por España entre 1861 y 1865, la intervención francesa en México, la ocupación británica de la Guyana en Venezuela, etc. No puede decirse que haya sido mucho más que una bravata.
Sin embargo, a largo plazo la doctrina sí que tendría consecuencias, a medida que era empleada para justificar las numerosas intervenciones del gobierno de los E.E.U.U en América Latina, lo cual duraría hasta prácticamente finales del siglo XX. La idea de que América Latina es el “patio trasero” de los Estados Unidos se fundamenta en gran medida en la doctrina Monroe.

La nueva Política del Gran Garrote y la Diplomacia de las Cañoneras


En 1901 el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, inició una época de las relaciones diplomáticas e internacionales de Estados Unidos, que se conoció como la Política del Gran Garrote, The Big Stick.
Fue la forma como atendió sus relaciones políticas, tanto internas como externas, pero adquirió dimensión universal esta expresión, por el papel de gendarme que Estados Unidos desarrolló a nivel internacional, actuando violentamente, presionando fuertemente, interviniendo en asuntos internos de otros países, y ejerciendo ocupaciones militares, cuando no provocando guerras y conflictos políticos militares internos que le justificaran actuar e intervenir por la fuerza.
En América Latina esta frase fue más que una expresión verbal. En el Caribe fue de aplicación constante derrocando gobiernos, imponiendo gobernantes, interviniendo países, ocupando militarmente países, justificando tales intervenciones en las amenazas que sufrían empresas norteamericanas o los llamados “intereses” norteamericanos, o hasta para justificarse el pago de deudas a Estados Unidos, con lo cual sus intervenciones le ofrecían la posibilidad de controlar aduanas, como sucedió, para garantizarse el pago de sus deudas.
La Política del Gran Garrote, que se dio en el desarrollo de la época del imperialismo a escala mundial, a inicios del siglo XX fue también la justificación, por parte de Estados Unidos, de la intervención directa en asuntos internos de los países que considerara que debería intervenir, fue la consagración de un Derecho que estableció de intervención si estimaba que sus intereses estaban amenazados.
El presidente Roosevelt justificaba su intervencionismo en otros países sobre las consideraciones de injusticias crónicas, actuación ineficaz, sentido de inconveniencia en materias sociales y políticas, relajamiento de reglas, relajamiento de lo que consideraba la sociedad civilizada, discapacidad de gobiernos para resolver asuntos internos, lo que podía obligar a Estados Unidos, aunque fuera en contra de sus deseos, a actuar “con el poder de un policía internacional”. Así, con su intervencionismo se tendía a proteger intereses económicos y productivos de empresas norteamericanas, y a los ciudadanos norteamericanos radicados, en esos países que intervenían, todo con el propósito de “restablecer el orden”, eliminando líderes, caudillos o presidentes locales e imponiendo otros bajo su servicio, su lacayato y servidumbre política. El Gran Garrote era la etapa final de su política de presión, cuando se intervenía militarmente.
En cierta forma fue la Política del Gran Garrote continuidad de la política que derivó del presidente Monroe, a principios del siglo XIX, cuando declaró América para los americanos, previendo posibles intervenciones europeas en el continente, lo que se popularizó como América para los estadounidenses o norteamericanos.



1 comentario:

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